Quién firma como Lucas.

El mundo está lleno de benditos anonimatos, personas que tienen incrustadas en la sangre historias y relatos, espero que les gusten tanto como a mí a la hora de coleccionarlas.

jueves, 17 de febrero de 2011

UNO


La luna era mi única compañera en aquél viaje, por fin después de mucho tiempo había dejado de vagar entre litros de cerveza y decidí poner un rumbo fijo a la vela de mi vida. No estaba enfermo, tomé la decisión después de mucho meditarlo, tal vez aún bajo la influencia del alcohol y alguna que otra cosa. Jamás hubiera imaginado lo que estaba por pasar, diría que fui abducido por extraterrestres, pero la realidad es que no lo sabría decir a ciencia cierta.
-Si quieres nos lo tomamos- gritó una voz desde lo alto.
-Salud- contesté.
No había tiempo, ni perdido ni encontrado, todo estaba en su justo medio, listo para ser devorado, bebido o fumado; lo que uno prefiriera o pudiera.
Una voz su cuerpo desnudo, no la recordaba, no sabía que habíamos hecho, donde habíamos estado ni de donde había salido.
-¿Quién eres?- pregunté todavía un poco adormilado.
-No me recuerdas- contestó un tanto triste.
Se esfumó, como el humo que sale de la punta del volcán, solo a veces y generalmente por las tardes de domingo. Hubiera querido recordarla, ahora ya era demasiado tarde. Luego vendrán otras mejores, oí a la voz con la que últimamente había tenido las más profundas conversaciones.
-Vamos- contestó –aún no es hora pero queremos llegar temprano.
¿A dónde? No sabría decirlo, pero la urgencia me hizo levantarme en ese momento.
-Iremos en tren- dijo.
No sabía si por aquí pasara o haya pasado en algún momento un tren, pero creo que es la mejor manera de viajar, las largas horas te dan mucho que pensar, aunque a veces eso puede ser peligroso.
-Fumemos- replique mientras buscaba en mi chamarra los cerillos, quedaba solamente uno, habría entonces que buscar a alguien más que fumara, y guardar el resto para otra ocasión.
-Me regala lumbre- pregunté afirmando, es raro que no le den a un fuego para sus vicios.
-No- dijo una voz seca.
Decidí dejar de fumar, al menos por el momento y mientras no encontrara a quien me diera fuego.
La tierra roja del camino parecía como que ardía, seguramente hace calor.
Recordé aquella conversación que leída ya hacía muchos ayeres, alguna vez, en no recuerdo dónde.
-¿Y por qué se ve esto tan triste?
-Son los tiempos, señor.

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